Del estancamiento al crecimiento sostenido
Los economistas Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt han recibido el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel 2025 (conocido como el Nobel de Economía) por explicar, mediante distintos enfoques, por qué el crecimiento económico sostenido fue posible y qué se necesita para mantenerlo en el futuro.
Durante los últimos 200 años, el mundo ha experimentado más crecimiento económico que en toda su historia previa. Su base es el flujo constante de innovación tecnológica: el crecimiento sostenido ocurre cuando las nuevas tecnologías sustituyen a las antiguas, en un proceso conocido como destrucción creativa.
Durante la mayor parte de la historia humana, el nivel de vida apenas variaba entre generaciones, pese a descubrimientos importantes ocasionales. Estos avances podían mejorar la calidad de vida, pero el crecimiento siempre acababa deteniéndose.
Todo cambió con la Revolución Industrial, hace algo más de dos siglos. Comenzando en el Reino Unido y extendiéndose después a otros países, la innovación tecnológica y el progreso científico generaron un ciclo continuo de invención y avance, en lugar de episodios aislados. Así nació un crecimiento sostenido y sorprendentemente estable.
Este año, el premio reconoce las explicaciones del crecimiento sostenido basado en la innovación tecnológica. El historiador económico Joel Mokyr recibe la mitad del galardón por describir los mecanismos que permiten que los avances científicos y las aplicaciones prácticas se refuercen mutuamente, creando un proceso autosostenido de crecimiento económico. Como este proceso desafía intereses establecidos, Mokyr también demuestra la importancia de contar con sociedades abiertas al cambio y a las nuevas ideas.

La otra mitad del premio se otorga a los economistas Philippe Aghion y Peter Howitt, quienes en 1992 formularon un modelo matemático que describe cómo las empresas invierten en mejorar sus procesos de producción y desarrollar productos de mejor calidad, mientras las que antes dominaban el mercado quedan desplazadas. El crecimiento surge de esa dinámica de destrucción creativa: creativa porque se basa en la innovación, pero destructiva porque vuelve obsoletos los productos antiguos. En uno o dos siglos, este proceso ha cambiado prácticamente todo en nuestras sociedades.
El nuevo estado normal
El crecimiento económico se mide mediante el producto interior bruto (PIB), pero implica mucho más que dinero: incluye medicamentos nuevos, coches más seguros, alimentos de mejor calidad, calefacción e iluminación más eficientes, internet o una comunicación más fácil y global.

Sin embargo, el crecimiento sostenido basado en la tecnología no fue la norma histórica. En países como Suecia y Reino Unido, entre los siglos XIV y XVIII, los ingresos apenas variaron. Aunque hubo innovaciones, no generaron una mejora acumulativa, y el mundo permaneció en un prolongado estancamiento secular.
Según Mokyr, esto se debía a que las nuevas ideas no evolucionaban ni daban lugar a un flujo continuo de mejoras, como ocurre hoy.

Desde comienzos del siglo XIX, sin embargo, la historia cambió: el crecimiento pasó a ser lo habitual. Pese a crisis como la Gran Depresión de los años 30, las economías industrializadas crecieron a un ritmo medio del 1,5–2 % anual. Puede parecer poco, pero eso duplica los ingresos de una persona a lo largo de su vida laboral, transformando radicalmente la sociedad.

Conocimiento útil
¿Qué hace posible este crecimiento sostenido?
Joel Mokyr sostiene que depende de un flujo continuo de conocimiento útil, compuesto por dos tipos:
- Conocimiento proposicional, que explica por qué algo funciona (leyes naturales, teorías científicas).
- Conocimiento prescriptivo, que describe cómo hacerlo (instrucciones, planos, recetas).
Antes de la Revolución Industrial, la innovación dependía casi solo del conocimiento prescriptivo: la gente sabía qué funcionaba, pero no por qué. Sin una conexión entre ambos tipos de saber, resultaba difícil perfeccionar inventos. De ahí los intentos fallidos de construir máquinas de movimiento perpetuo o fabricar oro mediante alquimia.
Durante los siglos XVI y XVII, la Revolución Científica y la Ilustración introdujeron la experimentación controlada y la medición precisa. Esto fortaleció la conexión entre conocimiento proposicional y prescriptivo, acelerando la acumulación de saber útil. Ejemplos clásicos son la mejora de la máquina de vapor gracias al estudio de la presión atmosférica o los avances en metalurgia al entender cómo el oxígeno afecta al hierro fundido.

Para convertir las ideas en realidades, también hacen falta saberes técnicos y comerciales. Mokyr destaca que el crecimiento sostenido comenzó en Gran Bretaña porque abundaban los artesanos e ingenieros capaces de comprender planos y materializar innovaciones.
Además, subraya que el progreso exige una sociedad dispuesta a aceptar el cambio. Cada nueva tecnología genera ganadores y perdedores; por eso, los intereses establecidos suelen resistirse. Durante la Ilustración, instituciones como el Parlamento británico redujeron el poder de los grupos privilegiados para bloquear innovaciones, abriendo la puerta al crecimiento sostenido.
Incluso el conocimiento proposicional puede ayudar a reducir esa resistencia: si el médico húngaro Ignaz Semmelweis hubiera podido demostrar la existencia de bacterias en el siglo XIX, su idea sobre el lavado de manos habría sido aceptada antes.
Crecimiento: un proceso transformador
Mokyr identificó los factores históricos del crecimiento sostenido. Por su parte, Aghion y Howitt, inspirados en datos modernos, construyeron un modelo económico que muestra cómo el progreso tecnológico genera crecimiento continuo mediante la destrucción creativa.
En países industrializados, el crecimiento agregado parece estable, pero bajo la superficie hay constante renovación. En Estados Unidos, por ejemplo, más del 10 % de las empresas desaparece cada año, y surgen otras tantas. Miles de empleos se crean o se destruyen continuamente. Este dinamismo es la esencia del crecimiento sostenido.
En su modelo, las empresas con mejores tecnologías obtienen beneficios temporales de monopolio mediante patentes. Pero otra empresa puede innovar y desplazarlas, repitiendo el ciclo. La posibilidad de obtener esos beneficios incentiva la inversión en investigación y desarrollo (I+D). Sin embargo, cuanto más invierten las empresas, más rápido surge la siguiente innovación, reduciendo el tiempo de liderazgo. De este equilibrio surge la velocidad del crecimiento.

El dinero para I+D procede del ahorro de los hogares, que depende del tipo de interés y del crecimiento esperado. Producción, investigación, finanzas y ahorro están interconectados; por eso, Aghion y Howitt desarrollaron el primer modelo macroeconómico de destrucción creativa en equilibrio general.
Efectos sobre el bienestar
Su modelo permite analizar si el mercado, sin intervención política, genera una cantidad óptima de innovación. La respuesta no es simple:
- Desde el punto de vista social, la innovación tiende a ser insuficiente, porque los beneficios de las ideas antiguas no desaparecen: las nuevas se construyen sobre ellas. Por eso, la sociedad gana más de lo que ganan las empresas, y conviene subvencionar la I+D.
- Pero también puede haber exceso de innovación, cuando las empresas compiten por reemplazar a otras sin mejorar realmente el bienestar colectivo. Esto sugiere que, en ciertos contextos, el crecimiento puede ser demasiado rápido.
Qué fuerza predomina depende del mercado y del momento histórico. Por eso, la teoría de Aghion y Howitt ayuda a decidir cuándo conviene fomentar o regular la innovación.
Su modelo también explica que la concentración empresarial excesiva frena el crecimiento: si unas pocas compañías dominan, hay menos incentivos para innovar. Políticas que promuevan la competencia pueden ser necesarias.
Otra lección clave es que la innovación crea ganadores y perdedores, tanto entre empresas como entre trabajadores. Un crecimiento alto implica más destrucción creativa y más empleos que desaparecen. Por eso, proteger a las personas, no a los puestos de trabajo, mediante políticas de “flexiseguridad”, puede ser la mejor estrategia.
Además, los laureados subrayan la importancia de una sociedad que facilite la movilidad social y la aparición de nuevos emprendedores e innovadores.
Herramientas para las sociedades del futuro
Las investigaciones de Mokyr, Aghion y Howitt ayudan a entender los desafíos actuales y a diseñar políticas adecuadas. Mokyr, por ejemplo, sugiere que la inteligencia artificial puede reforzar la conexión entre conocimiento teórico y práctico, acelerando la acumulación de saber útil.
Pero también advierte que el crecimiento sostenido no equivale a crecimiento sostenible. Las innovaciones pueden tener efectos negativos —como el cambio climático, la contaminación o la desigualdad— que requieren políticas bien diseñadas. A veces, esos problemas impulsan nuevas soluciones, haciendo del desarrollo tecnológico un proceso parcialmente autocorrectivo.
En última instancia, los laureados nos enseñan que el crecimiento sostenido no está garantizado. Durante la mayor parte de la historia, la norma fue el estancamiento secular. Mantener el progreso exige evitar amenazas como la concentración excesiva del mercado, las restricciones a la libertad académica o el bloqueo del conocimiento por grupos privilegiados.
Si la “máquina del crecimiento” —la destrucción creativa— se detiene, volveríamos al estancamiento. Pero si aplicamos las lecciones de los laureados, podremos mantenerla en marcha para beneficio de toda la humanidad.
Fuente de la información: Popular information. Nobelprize.org. Nobel Prize Outreach 2025. Mon. Oct 13 2025.